jueves, enero 28

Cuando los proyectos a largo plazo se diluyen

Por estos tiempos, en los que las tormentas son cotidianas, el “bolsillo” ha pasado a primer plano y las necesidades sociales y culturales quedaron en la antesala, pensar en proyectos a largo plazo parece haberse convertido en la mayor de las utopías.
Toda crisis conlleva en su interior, la posibilidad de concretar cosas distintas a las anteriores. Mas aun, las crisis son en si mismas cambios; en que dirección se producirán, dependerá en gran medida de la mirada que tengamos de ellos y de nosotros mismos frente a situaciones nuevas.
Cuando no están dadas las condiciones externas para llevar adelante proyectos de cualquier índole, en especial los de largo alcance, comienzan a producirse una gama de situaciones conflictivas.
No solo lo proyectado en el futuro se desvanece, sino que el tiempo y el espacio (físico y emocional) que existe entre planificar una actividad y concretarla, queda en vacío. Es decir que el “hoy” y el “mientras” también quedan en suspenso.
En estas circunstancias, a veces las personas sienten que lo que les sucede es responsabilidad de otros. Si bien, en este momento social, esta lectura de la realidad puede ser acertada, el problema radica en que la agresión volcada hacia afuera, es, con frecuencia, indiscriminada, sin saber muy bien quienes tienen que pagar lo “platos rotos”. En medio de esta confusión, la agresión comienza a circular, a veces en forma sutil, otras, directamente, en los vínculos, sean familiares, sociales, de pareja, etc.
Otras veces, para evitar dañar a los demás, la agresión generada a partir de la insatisfacción de necesidades personales, “pega la vuelta” sobre uno mismo. Se puede manifestar en un estado generalizado de angustia, en impotencia, en inseguridad personal, en desconfianza hacia los demás, en miedos, llegando a veces hasta el terror que produce paralizaciones. También ocurren somatizaciones y enfermedades, donde es el cuerpo el que se hace cargo de manejar estas emociones cuando no es posible ponerles palabras.
Estas vicisitudes llevan a inhibiciones y retraimiento que dejan a las personas atrapadas en círculos que involucran cada vez a más áreas de la conducta. Uno de los resultados es que no queda energía para invertirla en proyectos cotidianos que “si” son posibles de realizar y que no necesariamente involucran dinero, como tampoco queda energía para relacionarnos con otras personas.
Con mucha frecuencia estas situaciones son difíciles de manejar y a veces hasta de reconocer su existencia. Si esto resulta posible, como así también si se pudiera pensar y tolerar los vientos y las tormentas del cambio, se podrían encontrar propuestas para enfrentar las crisis. Probablemente una de ellas seria, elegir el proyecto de vivirla como alternativa para el cambio, convirtiendo la crisis en beneficiosa para uno mismo y para los demás. Así se instrumentarían potencialidades personales apelando a la imaginación, la creatividad, la iniciativa y la “solidaridad” con los elementos que están al alcance de la mano y redefiniendo los proyectos a corto plazo, el “hoy” ya no quedaría vacío ni en suspenso. El entorno vincular es de gran ayuda, necesitándose además sostenerse desde los pilares de salud con los que se cuenta, para tomar la decisión de construir “con otros” nuevos y mejores modos de accionar.

2 comentarios:

  1. Muy buen comentario, Ana. Claramente les cuesta a muchas personas mantener la claridad del destino deseado, mientras pertenecer plenamente en el momento presente para percibir las posibilidades actuales. Se requeriría profundizar en cómo desarrollar el potencial humano completo y no caer en los vicios de la mente humana. Con tu permiso, invito a seguir profundizando la reflexión con el siguiente artículo:

    ¿Cómo se aplica en una organización la inteligencia espiritual?

    http://metainteligencia.blogspot.com/2009/03/como-se-aplica-en-una-organizacion-la.html

    Saludos!!
    Johannes

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  2. Excelente tu propuesta!! voy a leer tu articulo y seguir reflexionando.
    Gracias Johannes!
    Ana

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